OPINION


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Me alegra, me alivia que se haya confirmado la sentencia, en segunda instancia y por unanimidad, a 15 años de prisión de Grassi, el pedófilo. Es un delincuente, pero... aún sigue libre y muchos estamos ansiosos por verlo detrás de las rejas, por fin.

Detrás del Grassi abusador, violador y otras perversiones, se esconde un poder sombrío. Un poder siniestro que demora los tiempos, alarga el proceso y le facilita las cosas. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Qué hay detrás de Grassi?

¿Quiénes son ese poder siniestro que aún hoy lo mantiene libre?

En estos tiempos, la Iglesia Católica atraviesa una crisis de tal magnitud, por los multiplicados y reiterados casos de violaciones y abusos sexuales a niños y niñas, que la realidad, tal como la vamos conociendo, se convierte en un “desafío, un reto” para los que creen en Jesús.

Esta es una Iglesia “antievangélica” y lo demuestran el discurso y la conducta, sin verdad y sin sensibilidad, del poder eclesiástico.

Jesús, en su momento, se rebeló contra los rabinos, levantó la voz y actuó contra la jerarquía sacerdotal de esa época. La Iglesia traiciona a Jesús.

Me pregunto:

¿Qué les estará pasando a los fieles, ante tales crímenes? ¿Fieles seguidores de la cúpula eclesial o seguidores de Jesús?

Este es un tiempo de compromiso con la verdad. Un tiempo de denuncia y testimonio. Un tiempo de compromiso y solidaridad. No hay lugar para seguir escondiendo delincuentes, la Iglesia no puede ser un aguantadero.

El silencio que silencia fabrica cómplices. Ese silencio oscuro tiene que terminar. Encubre, así permite la continuidad de los crímenes contra los niños, no respeta la dignidad infantil ni la de sus fieles.

Silencia a los pedófilos de entre sus filas y pone el grito en el cielo por la vida del nonato.

Esta Iglesia que encubre delincuentes traiciona a Jesús, lo crucifica otra vez. Miente, omite, encubre. Es dogmática, rígida, retrógrada e impune. No se comunica con la realidad actual. Es persecutoria y amenazante con el tema de la sexualidad adolescente. No cuida, no educa, no protege. No es la Iglesia de Jesús.

“A Jesús lo crucificamos entre todos, todos los días”, me dijo el padre García en Jerusalén.

* Psicóloga y escritora (lmizrahi@pachami.com).


Nota Original: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-153308-2010-09-17.html

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