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El tipo se llamaba en realidad Arthur Núñez García y había nacido en Uruguay en 1906. Tuvo la ocurrencia de morirse apenas cumplidos sus cincuenta años (en 1956) donde vivió desde chico: en Buenos Aires. Dicen que era muy tímido, por lo cual en vida solamente publicó dos libros, "El gusano loco" y "Los cuentos del viejo Varela". Después vinieron otras publicaciones póstumas pero ignoro, soy un tipo ignorante, si alguna vez alguien ha compilado al menos parte de sus obras completas. Yo leí bastante de sus obras, pero sobre todo era fascinante escucharlo por la radio, no puedo recordar cuál.

El usaba eso de tipo tanto para referirse a Carlomagno como al mendigo de la esquina. Tenía mucha gracia eso de tipo como un gran afecto que trasladaba a través de un humorismo impecable, si es que el humorismo puede ser impecable. No creo que tenga mucha importancia. Al tipo le molestaba ser petizo. Tampoco le gustaba la gordura. Y no puedo recordar por qué lo llamaban Wimpi, personaje de Espinaca al que dicen se parecía. Espinaca es Spaghetti un marinero con la pipa siempre en la boca, enamorado de Olivia, y qué cuando se enojaba tomaba una lata de espinacas y se transforma en algo parecido a Superman.

Quiero recordar a Wimpi pensando en esta ciudad donde abundan aquellos a los cuales Wimpi dedicaría unas líneas si los hubiera conocido, pero a lo mejor conoció a algunos y nosotros no lo sabemos.

El tipo de Rosario puede ser un tipo que sufre con Rosario Central, que ha elegido sufrir con Central, otros que prefieren sufrir con Ñuls. Los hay que sufren con Central Córdoba, otros con Tiro Federal y algunos con Argentinos. Desde hace tiempo que no veo tipos que sufran con los burros. Antes los observaba siempre cómo miraban el hipódromo desde afuera del mismo, tenían vista de lince, porque la llegada estaba lejos y generalmente, para no decir siempre tenían razón con el marcador. El tipo miraba la largada como si mirara un platillo de esos huevos de esturión con un poco de champán francés, de ser posible, aunque dude que eso le complaciera más que ver una largada desde tan cerca, los caballitos nerviosos y él mirando esa chaquetilla blanca, celeste y solferino que él que quería que ganara.

Pero me olvidé que hay rosarinos que sufren con cuadros de Buenos Aires, como Independiente, River Plate, Boca Juniors, Estudiantes, Banfield o Argentino Juniors. En Rosario hay tipos que pueden gustar de cualquier cosa, hasta de un club ignoto en el más ignoto Tibet, que no sé si los monjes juegan al fúbol.

Conocí a un tipo cuyo sueño, que no se si cumplió, era conocer Nueva York. Una vez estando de guardia en el diario me trajo un mapa de Nueva York, que estaba todo marcado y que él lo conocía al dedillo. Era como un viaje por esa ciudad en un mapa en el escritorio. Me gustaría que lo hubiera cumplido, pero no lo sé.

Había un tipo cuyas características eran que no le gustaban las pizzas, las empanadas y las cervezas y menos aún todas esas clases de moluscos que tanto gustan a muchos. A lo sumo puede comerse un plato de gambas al ajillo, que creo que son los camarones muy pequeños. Esto de los moluscos es porque hay gente que se parece mucho a los moluscos y si se los aplasta, se vuelven a levantar como si tal cosa, con una sonrisa de humillación en la boca. Hay que sacárselos de encima con la mayor rapidez posible, pues son pegajosos y tratan de pegarse como pueden. Provocan náuseas.

Había un tipo que decía que Cristo vendría el viernes de esa semana a la plaza San Martín. Publicamos la noticia y ese mismo día venía otro tipo que decía que eso era una locura, que los entendidos sabían bien que Cristo vendría el jueves no el viernes y que llegaría al Monumento a la Bandera. Siguieron llegando a la redacción, hasta que se cansaron. O tal vez porque había un tercer hombre que nos contaba que Cristo llegaba todas las semanas, pero solamente recorría y conversaba con los más humildes.

Conocía un hincha de Ñuls que iba a la cancha pero nunca miraba el partido. Caminaba de aquí para allá y se negaba a mirar la cancha. Dicho sea de paso en uno de los extremos estaba el vendedor de la única pisa que merecía comerse y en el otro uno que vendía cucuruchos de maní caliente.

Había un tipo que me decían que estaba loco, no lo conocí bien, pero hablé con él un par de veces, que pagaba los boletos del ómnibus con hojas de árboles. Le decía al guarda que se quedara con el vuelto y terminaba preso que era su secreto propósito. Se sabía de memoria un par de poemas de Rimbaud.

Conocí unos cuantos escritores que dormían de día y trabajaban de noche. Uno de ellos era rosarino y amaba el Uruguay. Ha sido olvidado, y sus artículos eran buenos.

Un tipo que me sigue sorprendiendo, aún cuando sé que murió, era uno que iba a los conciertos, ya sea en El Círculo o en la Fundación Astengo, llevaba una partitura y parecía leerla y movía las manos como si fuera el que dirigía a la orquesta. Después supe que no solo sabía leer música sino que era hijo de alguien que había fracasado tocando los timbales y que las partituras lo eran en verdad.

¿Y qué decir del tipo que tenía como mascota un ganso y lo paseaba por las calles? El caminaba muy orgulloso y el ganso también.

Conocí un tipo que decía ser Bustos Domecq y hacía responsable a Borges y Bioy Casares de lo que habían escrito en su nombre, pues él solamente escribía cosas metafísicas y no pensaba publicarlas porque nadie merecía saber lo que él podía descubrirles.

En esto de los tipos suelen ocurrir cosas inesperadas. Un día apareció alguien por la redacción. Era verano y hacía mucho calor. Me miró y me preguntó si no lo reconocía. Le dije que no entonces, me dijo, "soy el más grande los poetas americanos". Pero el tipo no mentía. No era el más grande poeta americano, pero era uno de los grandes, alguien olvidado y muchas veces odiado, Manuel del Cabral.

Wimpi escribió un texto sobre la lucha del hombre contra la polilla. Ese texto comenzaba así: "Los seres de la creación han venido demostrando que son capaces de resignarse a cualquier cosa, menos a la dieta. El caballo se resigna a la jardinera, el perro a la cadena, la mosca al flit, el ratón al gato, el tipo a su semejante. Pero a lo único que no se ha resignado nadie todavía es a la dieta. Y el tipo menos que nadie".

Es verdad, el tipo no se resigna con facilidad a la dieta (el que escribe se encuentra a dieta de muchas cosas) y si bien hay muchos que tratan de bajar de peso, dicen que no a la dieta aún cuando parezca que están diciendo que sí. Si uno no puede fumarse un buen puro, tomarse unos cuantos whiskys y comerse un familiar de salame, el tipo piensa que eso es parte de su vida y lo necesita. Los sustitutos de esas cosas son puro cuento, y el tipo sabe bien que los sustitutos no sirven para nada y si sirven para algo es para ponerlos muy tristes.

Estando sentado en una mesa con dos personas a las que tenía que entrevistar, al llegar el mozo se hicieron los pedidos. Uno de ellos pidió un pollo al horno con papas en camiseta. El otro tipo dijo, está bien, comamos eso. Pero el primero lo interrumpió: "Eso que pedí es para mí solo, hagan ahora su pedido". No recuerdo que pidió el otro, pero por mi parte dije que no comería pero tomaría un whisky con hielo y poco de agua. El tipo del pollo para él solo se lo comió con prolijidad, pero solamente dejó los huesos. De postre una rebanada de torta de chocolate con dulce de leche y helado de crema, de los que dio cuenta rápidamente. Era un gordo feliz el tipo ese, y muy capaz. Lamento no saber que ha sido de su vida o si ya ha partido donde nadie pide que se hagan dietas.

Un tipo curioso era aquel kiosquero, que se emborrachaba de tal manera, que todos los diarios del domingo terminaban en un hall de mi casa, pues nos habíamos hecho amigos y yo le aceptaba los diarios. Diarios, dicho sea de paso, que el tipo no se molestaba en buscar jamás.

Las singularidades de tipos bien conocidos en la historia, suelen llamar la atención, pero ya no tanto. Balzac escribía siempre cuando tuviera el café suficiente y una buena cantidad de deudas que lo obligaban a escribir noche y día sin descanso alguno. Raymond Chandler escribió una novela policial, para el cine, con la condición de estar borracho mientras la escribía. El Negro Ielpi cuenta que Horacio Quiroga hacía intrépidos viajes en motocicleta a Rosario porque estaba muy enamorado de una muchacha rosarina. A veces, por amor, cualquier cosa es válida.

¿Y el tipo que se encuentra escribiendo esto, qué clase de tipo es? No lo sé, pero es alguien buscándose en un laberinto. Es amigo del Minotauro, le gusta el jazz, las mujeres, el whisky y el whiskie, cosas muy distintas si las hay, la poesía, el cuarteto de Ravel, los poemas de Borges, "La tumba sin sosiego" de Connolly, los heterónimos de Pessoa, el otoño y la lluvia, la ancianidad no le molesta y entonces puede conversar con ella y tratar de enterarse de algunas cosas, Philip Marlowe, los tipos que no tienen certidumbres, los gorriones, "Rayuela", y supongo que otras cosas, como por ejemplo una esencial, escribir estas notas que con tanta amabilidad me publican.


Nota Original: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-28298-2011-04-17.html

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