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Los argentinos que se proponen emigrar deben saber que se expondrán a transformarse en “sudacas”, y tal vez sean los primeros en ser afectados por una crisis en el país de destino. Toda migración pone en juego, primero, un proceso previo de separación y uno ulterior de adaptación. ¿Qué ocurre cuando, a raíz de determinados acontecimientos políticos, sociales, económicos, en el sujeto se cuestionan la continuidad de sí mismo, la organización de identificaciones e ideales y sus lazos de pertenencia a grupos? La ruptura provocada por la posibilidad de la migración se contrapone al anhelo de continuidad y amparo, hace presente la dimensión temporal de la existencia y recuerda el paso del tiempo. Se ha perdido el paraíso, se ha entrado en el vaivén de la historia, es decir, se ha sufrido la caída. Nos enfrentamos al estudio del narcisismo y sus avatares.

Ante la inminencia de la partida o del regreso, como en todo momento crítico, emergen e insisten las cuestiones de la transmisión y resurge la importancia de la construcción de una historia familiar que anude los hilos de los recuerdos, los olvidos y las omisiones, para posibilitar la organización subjetiva del pasado. Resurge la pregunta por las identificaciones con figuras y con mitos del pasado, lo cual incluye los efectos del desarraigo, sus duelos y culpas en cada familia. Hay consecuencias en la estructura familiar: se crean nuevos agrupamientos, se movilizan los complejos (los de Edipo, los fraternos), se inquietan los amigos, se revuelven los afectos. Y vuelve la rememoración de los acontecimientos míticos fundadores, como un modo de reintegrar el acontecimiento actual.


Nota Original: http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/subnotas/166194-53044-2011-04-14.html

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