OPINION


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En los “World Drug Reports” de frecuencia anual, hechos por la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Crimen –Unodc, por sus siglas en inglés– se examinan el estado de la producción, el tráfico, los decomisos, los precios y el consumo de las principales drogas a nivel mundial. La edición 2009 del “World Drug” informa que el precio del gramo de cocaína para venta minorista en la Argentina durante 2007 equivalía al 10 por ciento del que se cobraba por entonces en las calles de Estados Unidos. A partir de ese dato, en algunos recientes análisis puestos a consideración del debate público se da a entender que tan aguda diferencia de precios se debe o bien a que la droga se produce aquí o bien a que los traficantes no tienen que hacer muchos esfuerzos ni grandes inversiones para ingresarla al país. Y advierten que, a este ritmo, Colombia y México es el desangelado destino que nos espera.

El ominoso augurio está edificado sobre un par de razonamientos acelerados que pasan por alto algunos detalles y, como se sabe, el diablo está en los detalles. Curiosamente, esa información, y la prospectiva con la que se la interpretó, tomó estado público hace unas semanas, cuando ya estaba disponible el “World Drug Report 2010”, en cuyo capítulo dedicado a los precios se presentan los valores de la cocaína en dólares estadounidenses por gramo de similar calidad en diferentes países. Allí puede observarse que la relación entre un gramo en el Cono Sur (exceptuando Perú, Colombia y Bolivia, países productores) y el mismo gramo en Estados Unidos es de aproximadamente 25 por ciento (6,6 dólares y 27 dólares, respectivamente). En el informe de 2007 era de 10 dólares o menos acá, y de entre 50 y 100 dólares allá.

¿Basta la comparación de precios para arribar a los argumentos de marras? No. Y menos ordenado, la carga de la brigada ligera. Sin entrar en formulaciones abstractas, está comprobado que los niveles generales de precios en los países desarrollados (expresados en una misma unidad de cuenta) suelen ser claramente superiores que los registrados en aquellos países con menor desarrollo. A modo de ejemplo, el poder de compra de un dólar en Bolivia es sustancialmente mayor que en Inglaterra. Esto es precisamente un reflejo del mayor costo de vida en los países desarrollados.

Por otra parte, un factor ineludible al analizar los determinantes de los precios es la demanda. La sola comparación de las poblaciones de ambos países (300 millones versus 40 millones) y el mercado consumidor respectivo de cinco millones para los EE.UU. y de 500 mil entre nosotros, habla de una demanda norteamericana ostensiblemente mayor a la de la Argentina. Además, el ingreso per cápita en estos países resulta tres veces mayor que el nuestro y está mejor distribuido. Todo esto implica tanto una mayor capacidad de pago norteamericana como un mayor precio de equilibrio en el mercado.

Pero, además, ¿por qué los traficantes venderían a 10 o 25 lo que podrían vender a 100? Agréguese a los ajustes reseñados el costo del flete y los precios técnicos resultantes casi terminan apareados. Como la ganancia es un porcentaje sobre el costo, ésta resulta similar entre países, pero los costos más bajos acá y más altos allá hacen la diferencia. Se podría argumentar la presencia de una estrategia tipo dumping, pero el ajuste brutal de precios posterior que supone, la vuelve impracticable.

Para nuestros inconmovibles augures del Apocalipsis colombo-mexicano pasado mañana, la diferencia de precios se debería a que en la Argentina no reprimimos lo suficiente. En cambio, la realidad indica que el aumento de la represión –por fuera de los niveles normales esperables– no puede forzar la restricción general que representa el funcionamiento del sistema de precios en una economía y entre los niveles generales de precios en la economía-mundo.

¿No reprimimos lo suficiente? Ya se vio que comparar los precios sin los ajustes técnicos necesarios lleva a un cul-de-sac. Entonces, ¿cómo dilucidar el punto? En el citado “World Drug Reports 2010”, la República Argentina no se encuentra señalada como país de riesgo en materia de producción y tránsito de cocaína. Esto no significa desconocer los problemas relacionados al tráfico de cocaína, ni tampoco dejar de batallar para evitar que se agrave con el tiempo. Entonces resulta paradójico que un país que va camino a transformarse en Colombia o México, de acuerdo con los heraldos del Apocalipsis a más tardar pasado mañana, no figure resaltado con alarma en las páginas del informe. En contraste, la Argentina aparece mencionada en el ranking de países del Cono Sur que más decomisos han efectuado en los últimos años en términos relativos. La tabla que enlista a los 10 países –sobre un total de 100– que explican el 90 por ciento del decomiso, es muy clara al respecto.

En vista de los datos, el hecho de que existan grados de complicidad entre el crimen organizado y ciertos niveles con responsabilidad directa en la lucha contra el delito, no habilita el lúgubre pronóstico del destino colombiano-mexicano. En todo caso, la experiencia y también la ciencia estarían indicando la falsa escuadra en que está edificada la hipótesis de mayor represión a la ya existente: que, como todas las cosas, es mejorable en su eficacia.

* Miembros del Departamento de Economía Internacional de la Sociedad Internacional para el Desarrollo (www.sidbaires.org.ar).


Nota Original: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-165333-2011-04-01.html

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