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Que el jardín esté ubicado en la plaza más céntrica de Rosario, pegada al río, a la municipalidad, a la catedral y al correo central, no lo hace, ni mucho menos, el jardín más conocido y visitado por los rosarinos; salvo los jueves por la tarde, de cinco a seis, el resto de la semana la sombra enorme de los plátanos es la única que lo acompaña, ninguna otra alma anda por ahí, nadie se aparta del ruido de la ciudad que pegotea a los rosarinos como las moscas a la miel.

El jardín está en un rincón, y no se parece a ningún otro; sin tierra removida, ni semillas, ni riego, sin trasplantes de plantas, ni variedades raras, como cualquier jardín que atrae las miradas y que está pensado para revelar aspectos glamorosos de la personalidad del que lo fabrica, este es un jardín único, despoblado y árido, y se ocupa de él un sujeto colectivo, un grupo de madres: las Madres de la Plaza 25 de Mayo. Lo que revela es una historia común, la más terrible sufrida por la ciudad. Es un jardín que se habita en determinadas ocasiones, es un monolito de cemento que en fechas claves se cubre de flores frescas.

Cuando pasaron más de dos décadas sin que nada se supiera de los quinientos veinte (520) desaparecidos declarados de Rosario, por voluntad y acción de la última dictadura militar, las madres lo decidieron; ellas tenían que tener un lugar, un sitio para poner una flor, el recuerdo de sus hijos tenía que estar a la vista de todos, la flor que los recordara debía verse de lejos, el lugar debía ser público; la plaza 25 de Mayo: la que las recibe cada jueves para la ronda de los pañuelos, apareció a los ojos de todas con la rapidez de un rayo.

Frente a un jardín, y desatado el mecanismo de asociación, aparecen otros jardines que la memoria guarda por alguna razón, aparecen con la fuerza de una presencia concreta; desde el más luminoso al más tétrico los jardines desfilan por la conciencia, y en alguno de esos momentos las flores se asocian con la muerte, es una respuesta suavizante para algo enorme, las flores son fetiches destinados a aliviar la conmoción de la muerte, al más tremendo de los traumas se lo acompaña con un objeto de gran delicadeza, sin importar lo que dure, por un momento la flor toma el lugar del dolor por apropiación directa.

Frente a este jardín de la plaza 25 de Mayo, no hay comparación posible, se interrumpen las asociaciones de la memoria porque no hay un antecedente parecido en nuestra historia, ni en la de nuestra ciudad, ni en ninguna otra de las ciudades argentinas. Es un jardín único, irreducible, este jardín está en la plaza 25 de Mayo de Rosario debido al crimen que le dio origen, un crimen que durante todos estos años permaneció refractario a toda investigación y fue nada menos el que le aportó las flores, el dolor y la desesperación. Las flores resaltan la ausencia gigantesca de todos los que no están -no están en ninguna parte. Son desaparecidos. Y la mayoría sigue desaparecida de la historia, de la ciudad, del país, del planeta, aunque el 2010 haya contado al fin con Juicios.

Cerca de la ciudad de Weimar hay un bosque que los alemanes visitan ahora pero durante muchísimos años lo evitaron; hay que salir de la ciudad para llegar hasta un cruce donde un obelisco indica qué dirección seguir para toparse con el bosque; a pocos kilómetros de Weimar se encuentra el lugar donde estuvo uno de los campos de concentración más grandes del holocausto, los nazis lo abrieron en el bosque de Buchenwald en 1937, y desde entonces no pararon de sumar judíos, de acumular muertos en tremendas cantidades hasta que terminó la guerra. Recién en 1987 se colocaron en el bosque las placas recordatorias, pasaron todos esos años, demasiados años; ahora sí los alemanes lo visitan, muy apurados por recuperar la historia, corren en sus autos y tropiezan entre las hayas y graban mensajes de condolencia en los troncos.

El primer jardín con mano de obra propia empieza en la escuela, con un poroto recibiendo humedad adentro de un frasco, es un proceso que termina bien, un proceso natural, aparece un brote que crece y evoluciona, a un antecedente le sigue el consecuente que se espera: cambios más o menos previsibles. Pero como nuestra historia no tuvo una evolución natural contamos con este jardín, el de la plaza 25 de Mayo, al borde del cual las madres improvisan discursos que quieren que sean escuchados de veras por los que pasan. Norma Vermeulen (la madre archivista, reúne desde hace más de treinta años toda la documentación, desde los artículos de los diarios hasta los recursos de amparo presentados) leyó las siguientes palabras, fue uno de los tantos discursos dichos por las madres en este jardín, estas palabras se leyeron el 19 de Marzo del 2009: "Dentro de unos días, exactamente el 24 de marzo, se cumplen 33 años del último y fatídico golpe militar que sacudió a nuestro país, entrando en una noche negra que duró siete años, con su secuela de desaparecidos, muertes y avasallamiento de nuestras instituciones, con la complicidad de unos y la ignorancia e indiferencia de otros. Mientras en Buenos Aires comenzaban a reunirse las Madres, aquí lo hacían familiares, como madres, padres, hermanos, esposas, reuniéndose en principio en una casa de un familiar, luego la Liga por los Derechos del Hombre cedió una habitación en la Cortada Ricardone, pues en ese momento era el único organismo reconocido en el mundo, eso lo recalco, porque los rosarinos parecen ignorar que aquí también hubo Terrorismo de Estado, como en todo el país, tanto es así que en Rosario y alrededores hay 520 desaparecidos declarados. Esos años fueron muy duros, yo como integrante de Madres de Plaza 25 de Mayo lo puedo afirmar, porque todavía tengo memoria y puedo recordar, que muy pocas personas nos ayudaron, que puedo contarlos con los dedos de una mano, por eso me causa gracia, por no decir indignación, cuando muchos se rasgan las vestiduras, hablando de la dictadura y de los desaparecidos, y en esto incluyo a políticos, periodistas, etc., que si en ese momento se hubieran movilizado , como lo hacen ahora, no hubiera sucedido tanta tragedia.

Por eso no debemos olvidar, para las futuras generaciones, que el 'nunca más' sea para siempre, no quedándonos en nuestras casas esperando que los demás hagan algo, sino participando por nuestros derechos, para hacer de este país, un lugar que merezca ser vivido, sin desigualdades, con trabajo y respeto hacia los demás. Honremos este 24 de Marzo, como día de duelo y recordemos a esa generación que dio su vida en pos de esos derechos. Y aprovecho este día para homenajear a dos luchadoras que nos dejaron en el 2008. Ellas son Nelma Jalil y Darwinia Galichio".


Nota Original: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-27666-2011-03-04.html

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