MEDIOS Y COMUNICACION

Luis Buero analiza dos estereotipos de médico presentados por las series televisivas y las posibles actitudes de los televidentes.

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Si te agarra un patatús y te desmayás en la calle –Dios no lo permita–, la gente llamará al SAME y te llevarán en ambulancia al primer hospital público... Entonces, ¿qué tipo de médico te gustaría que te reciba en el hospital? ¿El Dr. Gregory House o el Dr. Hunter “Patch” Adams?

Sí, ya sé que son personajes de ficción y que los americanos nos han provisto de tantos héroes médicos de historieta como para curar todos los males del mundo. La pantalla chica yanqui, no sólo el cine, también nos mandó, a partir la década del ’50, docenas de héroes de delantal blanco, desde los legendarios Dr. Kildare y Ben Casey, Centro Médico, Marcus Welby, Quincy, pasando por las burlonas M.A.S.H. o Scrubs o Royal Pains, y arribando a las melodramáticas E.R. y Grey’s Anatomy. Y hay más. Ahora, con tantas opciones que nos dan el cine y la TV, nos preguntamos: ¿qué es un médico para los guionistas? ¿Qué mensaje nos brindan los medios de tal profesión?

Dr. Kildare era uno de los estereotipos más opuestos a la imagen que podemos apreciar en la serie Dr. House. Siempre acertaba en todo y curaba. Su temática no estaba basada en la búsqueda del diagnóstico, sino que hacía hincapié en el aspecto humano y social del paciente, representando la versión del antiguo médico de cabecera de familia. La confianza y el trato que daba a los enfermos eran irreemplazables. El trato era personalizado y profundo, no descartaba el aspecto emocional y no lo reducía en términos químicos, lo que sería una versión opuesta de House, quien es insensible con sus pacientes, siente rechazo y desconfianza hacia ellos y se maneja de manera indiferente, con soberbia e ironía.

Dr. House (la serie más vista del mundo) nos muestra un personaje que busca romper con el modelo de la bioética instaurado en la medicina de sus oponentes. Este héroe, genio sin delantal, procura llegar al diagnóstico de las formas más extremas y utilizando todas las herramientas que estén a su alcance. Su personalidad y carácter lo colocan en un peldaño de autoridad suprema, de poder de decisión extremo y absoluta manipulación del cuerpo del paciente. Como su personalidad se vale del sarcasmo, la ironía y la brutal honestidad, debe recurrir, como única alternativa para disfrazar y conseguir sus fines, a las autoridades del hospital escuela para lograr concretar sus poco convencionales prácticas, o a los integrantes de su equipo y a la voluble Dra. Cuddy que, para su buena suerte, lo ama.

Principalmente, en la medicina bioética, el paciente participa activamente en los procesos de diagnóstico y tratamiento. En cambio, uno de los rasgos fundamentales de la medicina hegemónica es el uso del cuerpo del enfermo como objeto de experimento. En la serie puede observarse cómo el Dr. House utiliza al paciente como objeto de prueba, y se apropia del cuerpo ajeno, en algunas ocasiones sin su previa aprobación. Otras veces sospecha y medica antes de llegar al diagnóstico para aplacar síntomas o extender su tiempo de deducción. Pero todo esto culmina (a veces) en importantes repercusiones legales, de las que tiene que hacerse cargo el hospital, y en la exposición de su profesión, todo a causa de sus métodos para intentar descubrir de qué sufre el enfermo. Al diagnóstico llega siempre por su capacidad para asociar ideas sueltas, dichos de otros, que nada tienen que ver con lo que sucede en el consultorio.

Para muchos televidentes, su accionar es seductor y se justifica porque House vive cada episodio como un juego detectivesco, en donde, cueste lo que cueste y utilizando todas las herramientas que tenga a su alcance, intentará ser el ganador, por lo que su único límite es la muerte, representada por el game over que dicta el organismo del paciente.

Patch Adams es su contrario. Cuando el director del hospital lo juzga negativamente por su forma de relacionarse afectivamente con los pacientes, Adams exige que se le defina el significado de la frase “dar tratamiento” a los enfermos. Con sus palabras, él expresa que la ciencia es un intento de hallar la verdad. Pero ocurre que la verdad, para él, tiene estructura de ficción.

Patch Adams despliega entonces un discurso distinto cuando le quieren impedir ejercer la medicina; acusado de realizar prácticas no tradicionales, plantea la clínica de la escucha, dispositivo que incluye un tipo de relación paciente/médico, bajo (según sus palabras) el efecto de la freudiana transferencia, que se aprovecha para la cura o bienestar del paciente. Sólo ocupando un lugar fundamental en la transferencia podrán escuchar los profesionales y entender el dialecto oculto del síntoma, les expresa a los decanos que lo interpelan.

Ver series de médicos nos ponen en una extraña disyuntiva, que va más allá de nuestra voluntad: ¿nos identificamos con el doctor protagonista o con el enfermo, que es tratado como un objeto?

La serie Dr. House puede generar cierto grado de angustia en aquellos televidentes que se identifiquen con el paciente tratado. Porque en cada episodio ha quedado evidente que médicos importantes, elegidos por su altísima capacidad, de pronto no tienen ni la más pálida idea de qué caramba sufre el paciente, y sus diagnósticos van desde calificar una ampolla en la lengua como infección, cáncer, sida, lupus o el efecto de una gastritis. Pero, por otro lado, la pasará bien el espectador que tiende a identificarse con el personaje principal, al cual idealiza, y ama esa figura que es mostrada por el producto como omnipotente. El Dr. House resulta ser divertido, nos hace reír en ocasiones y sufre de un dolor crónico en la pierna que lo vuelve querible. Esa es su kriptonita. Esta identificación es positiva, ya que resalta la búsqueda de caminos antes no transitados por otros estereotipos.

En los antípodas, Patch Adams, a las ideas de seriedad, eficiencia y objetividad, él las intenta cambiar por espontaneidad, creatividad, subjetividad, humor e imaginación, y ubica la posición inicial del profesional en el lugar de la docta ignorancia, pues, para él, el paciente tiene las claves de su problema y sólo hay que escucharlo para encontrarlas. Al revés de House, para el que “todos mienten”.

En síntesis, son dos visiones las que nos presentaron dos actores impresionantes, y sólo nos queda escuchar tu respuesta a la pregunta del título y al párrafo inicial. Claro que siempre hay una tercera opción: la de no mirar más series, películas y publicidades donde aparezcan doctores. Y, si es posible, mejor no enfermarse.

* Periodista, psicólogo social, docente.


Nota Original: http://www.pagina12.com.ar/diario/laventana/26-165161-2011-03-30.html

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