ENTREVISTA A GRACIELA ROSSO, MEDICA E INTENDENTA DE LUJAN
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–Usted es médica sanitarista, de larga trayectoria en la gestión, referente en políticas públicas de salud, actualmente intendenta municipal de Luján. Antes fue viceministra de Salud de la Nación y diputada. Mañana va a disertar en la Cámara de Diputados, en el encuentro “Ciencia, Tecnología y Desarrollo Local”. ¿Qué rol tienen los municipios en torno de la ciencia y la técnica?
–Uno de los rasgos distintivos del modelo de gestión del municipio de Luján es el de plasmar en el nivel local el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Creamos una Dirección de Ciencia y Técnica en el municipio, que trabaja en la vinculación con los distintos organismos nacionales y provinciales, con un enfoque productivo. Buscamos que el conocimiento generado supere el marco de las universidades, organismos e institutos de investigación para integrarlo a los procesos productivos en el territorio. Y no se trata sólo de que los municipios se apropien de ese conocimiento y lo orienten para ponerlo al servicio de las necesidades de la gente, sino también de que participen en la definición de las agendas de prioridades y en la utilización concreta de ese conocimiento. Pienso en la gestión local como bisagra entre el desarrollo y el conocimiento y la innovación. La ciencia tiene que servir para mejorar las capacidades de las comunidades. Y los municipios tienen que organizar los recursos que a veces están dispersos y que desde un ministerio nacional es muy difícil de hacer. Los municipios tienen que aportar esa planificación. El mayor desafío consiste en plasmar una decisión de gobierno, idear en un instrumento de política pública y que llegue a la ciudadanía.
–¿Cómo caracterizaría a Luján?
–Luján es una población caracterizada por su alto nivel educativo, es una zona con una larga tradición industrial. La Universidad Nacional de Luján fue la primera en los años ’70 en incubar conocimiento en ingeniería en alimentos, que luego se utilizó en la industria lechera. Por otra parte, Luján es la ciudad más visitada del país. Nos visitan ocho millones de personas por año, entre turismo interno y externo. En ese sentido estamos encarando proyectos para innovar en torno del turismo y la cultura. Y estamos desarrollando dos polos tecnológicos, uno de software, con cuatro empresas, y otro tecnoalimentario, con diez empresas, ubicados en un mismo predio. En esto estamos trabajando con el sector privado.
–Usted habla de una agenda, ¿cuáles son los temas ausentes que propone?
–Alimentos, salud y un cambio de paradigma. Tenemos que mejorar la calidad de lo que comemos. La seguridad alimentaria y el derecho a los alimentos es crucial y hacia ello tiene que apuntar el financiamiento público de la ciencia y la tecnología. Para agregarle valor tanto nutricional como económico y exportar mejor. Vincular el conocimiento científico con las urgencias de los sectores más postergados es un deber del Estado. Lo que pasa es que hablar de nanotecnología da lustre, hablar de Chagas no da prestigio. Los argentinos somos grandes importadores de conceptos, y en la ciencia, como en otras cosas, vamos detrás de lo novedoso. Uno de nuestros problemas es la dificultad en definir prioridades. La inversión en ciencia queda trunca si no llega a la innovación productiva concreta. Tenemos que cambiar el paradigma actual de la ciencia aislada de lo productivo. Todavía está pendiente el análisis en profundidad acerca de qué y a quién se financia, aunque hay corporaciones que esto no lo quieren discutir. El conocimiento tiene que ir del laboratorio al parque industrial y no del tubo de ensayo a un estante en la biblioteca.
–Hablemos del paradigma...
–Estamos acostumbrados a un esquema centralizado de generación del conocimiento. El conocimiento es un paquete que viene de los centros de altos estudios ubicados en las grandes urbes. Esto es algo que en la Argentina hay que revertir. Tenemos que ver la forma de territorializar la ciencia, en ese sentido es muy bueno el trabajo que se hace desde el Consejo Federal de Ciencia y Tecnología. Es absurdo que muchos municipios que tienen universidades en sus territorios estén al margen de lo que se hace en los centros de investigación. El motor debería ser cómo logramos que la gigantesca inversión que se viene haciendo en ciencia y tecnología llegue a la solución de problemas concretos. Hay que invertir en capacitación, en organización y gestión del sistema. Son tres patas: decisión política, inversión económica y gestión. Sin gestión es muy difícil llegar a buen puerto.
–¿Qué pueden hacer los municipios con las universidades?
–Me desvela que el conocimiento salga de las universidades y centros de investigación y llegue a la gente y a la producción. Es en los territorios donde se concreta la cadena entre el conocimiento y la producción, generando valor agregado y empleo calificado. Tenemos que hacer que trabajen con los municipios en crear polos de investigación y desarrollo para pasar luego a la escala productiva. El objetivo es apostar a una industrialización en la que el Estado sea activo. Es difícil que las empresas privadas por sí solas desarrollen productos que no reditúen ganancia económica. Es por eso que el Estado tiene que estar al frente de estas líneas.
–Lo mismo pasa con los medicamentos.
–Exacto, con las enfermedades huérfanas que no interesan a los laboratorios, porque no tienen un mercado rentable, tenemos mucho que resolver. Creo fervientemente en la producción pública de medicamentos. Hace unos años armamos una red nacional que está haciendo un buen trabajo. El Gobierno ha venido apoyando y dando poder a los productores públicos, por ejemplo el Laboratorio de Biológicos de La Plata, que depende del Ministerio de Salud de la provincia, para producir vacunas, sueros que abastecen a vastos sectores de la población, y el Instituto Malbrán también fue clave frente a la gripe A. Tal vez necesitamos tener una política más planificada, necesitamos buscar inversores y alianzas estratégicas con países como Brasil y Cuba, para aprovechar al máximo la gran capacidad en recursos humanos especializados que tenemos en el país.
–Los problemas de la gente golpean las puertas del municipio de manera directa, ¿no?
–Sin dudas, en Luján se produce el 30 por ciento de los tejidos planos de la Argentina, sábanas por ejemplo, pero hay algunas industrias muy contaminantes, como el teñido y las curtiembres; el problema que padecemos es el cromo, y Luján es el primer municipio que junto a los vecinos reclama ante la provincia para que se cumplan las leyes ambientales vigentes. Hasta en eso somos innovadores, tenemos responsabilidad sobre la salud de la población.
Informe: Ignacio Jawtuschenko.
Nota Original: http://www.pagina12.com.ar/diario/ciencia/19-152347-2010-09-01.html
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