PANORAMA POLITICO


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Los mitos no son reales, pero han sido muy importantes. Y hay situaciones que son muy importantes y que de tanto repetirlas, y hablarlas y tenerlas en cuenta se van convirtiendo en casi irreales, en casi mitos. Por ejemplo Maradona. O decir Sociedad Rural. O saber todas las lacras y significados que tienen para la sociedad las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura que salen a la luz en los juicios. Pesa tanto que son casi mitos y su presencia está naturalizada y a pesar de que hacen una marca profunda, producen la sensación de que son cosas que pasan, fuegos artificiales. Y en realidad, van más a fondo. Digamos Maradona, digamos Sociedad Rural, digamos juicios a los asesinos, que de eso hubo de sobra esta semana.

Por ejemplo, como expresa la pasión irredenta, resulta que Maradona en fútbol es Kirchner en política. Así están las piezas en el juego de la oca que se va armando con la ida y vuelta de reduccionismos entre oposición y oficialismo. Los peores atributos que les endilga la oposición y las maravillas que les asignan los oficialistas confluyen en el kirchnerismo y Maradona. Están los que ven a Maradona como lo menos previsible que pueda haber en el planeta, entonces ser opositor institucionalista es estar contra Maradona. La Presidenta llamó para solidarizarse con el 10 y entonces ser maradoniano es ser kirchnerista.

O sea que Maradona ha sido instalado en el centro del universo metafísico del hombre argentino. Por no decir también de las mujeres que, desde una visión machista, hasta hace poco opinaban casi nada sobre fútbol y más o menos de política. Ahora, si se habla de política, hay que opinar sobre Maradona. Incluyendo aquellos hombres a los que hasta ahora les importaba un pito el popular deporte.

En medio de todo el terremoto de la Selección, el 10 apareció junto a Chávez cuando el venezolano anunció que rompía relaciones con Colombia y que, a partir de las provocaciones de Alvaro Uribe, había peligro real de un conflicto armado. El Diego estaba allí, en Venezuela, en la televisión, justo al lado de Chávez, justo en el epicentro del huracán. Grande el Diego, siempre en el área. Y Chávez es otro irredento de lo políticamente correcto.

Aquí había semejante lío por la Selección. Y Maradona obviamente en el medio. En el planeta, todo el mundo estaba atento a Venezuela y Chávez. Y allí estaba Maradona. Volvió al día siguiente a la Argentina y más pasto para las agencias de noticias cuando mandó por el caño a Grondona y a Bilardo. Maradona tiene argumentos, pero la mayoría no se fija en ellos sino en los modales. Es como el refrán del Mayo Francés: “Cuando el dedo señala a la luna, todo el mundo mira el dedo”.

Le lloverán críticas por aparecer junto a Chávez, pero lo real era que el venezolano estaba respondiendo a una provocación de su colega de Colombia. En todas las supuestas pruebas que presentó Uribe a la OEA, los delegados de los gobiernos latinoamericanos no encontraron una que demostrara que existen fuerzas guerrilleras en territorio venezolano con respaldo de Chávez. Maradona estaba en el lado correcto. Lo peligroso hubiera sido al revés, que estuviera con Uribe, que estaba poniendo a la región al borde de una guerra.

Más que kirchnerista, peronista. Aunque nunca lo dijo y siempre dio la impresión de que se siente más identificado con alguna forma de izquierda, lo real es que sus cambios de humor, sus actitudes explosivas y la incorrección política de Maradona lo emparientan más con el peronismo. Seguro que no lo es, pero tiene sus características y produce la misma fascinación popular. La misma fascinación que de alguna manera le manifiesta la presidenta Cristina Kirchner por los mismos motivos por las que se reivindica peronista. Maradona tiene esas salidas, lo contrataban para que enseñara a jugar al fútbol a Macri en su quinta, pero otro día lo acusaba: “Macri no peleó las mafias y encima les puso la camiseta de Boca a las hijas de Bush”.

Le podrán criticar que aparezca junto a Chávez, pero es difícil que alguna vez critiquen a Maradona por hacer lo mismo con la Sociedad Rural. El acto del lunes, con la oposición reunida en la Rural, puso de manifiesto que muchas veces los microclimas de coyuntura generan actitudes políticas que fuera de ese contexto aparecen con una desnudez impúdica. La Sociedad Rural no representa a ningún sector postergado. Se trata de una corporación que ha representado históricamente a uno de los sectores más reaccionarios del poder económico, tiene ese lugar casi mítico en la historia. Por lo tanto esa foto quedará como una expresión de la época y deslegitimará frente a la historia la propuesta que haya surgido de ese contexto.

A muchos les parece natural acusar a Maradona por aparecer en la foto junto a Chávez. Pero esa otra foto que refleja subordinación a una corporación elitista y conservadora, a otros muchos les pareció de lo más normal. No pudieron advertir el mensaje tan explícito que estaban emitiendo. Más allá de los viejos conservadores de la década infame, pocas veces en la historia hubo políticos que se atrevieran a exponerse así. Estaban discutiendo sus propuestas para el campo en la casa de los terratenientes y haciendo esfuerzos por complacerlos. Lo que haya salido de allí como propuesta estará marcado por ese instante. Se expusieron en la vidriera con la etiqueta a la vista. El mensaje que se quiere enviar a la sociedad cuando se hace una reunión así es que van a defender los intereses de los grandes productores del campo. Si quisieron expresar otra cosa, se equivocaron.

Esa reunión puso de manifiesto también el espacio que ganó la Sociedad Rural en el enfrentamiento con el Gobierno por la 125. En otras épocas, a los políticos les hubiera dado vergüenza asistir y la Sociedad Rural no se hubiera arriesgado a invitarlos. En pocos días más se discutirán las retenciones en el Congreso. La Sociedad Rural, con Hugo Biolcati, se ha convertido en el gran protagonista de la oposición, en la voz más destacada entre las corporaciones del campo. Estuvo sí representado el miércoles el sindicato de peones de campo a través de su secretario, Gerónimo Venegas, que se acercó con Eduardo Duhalde a saludar al patrón Biolcati. Y el martes había estado Mauricio Macri para terminar un cuadro donde la oposición no sale muy favorecida, por lo menos desde una mirada popular o progresista.

Durante tanto tiempo se reclamaron los juicios y, ahora que se están haciendo, parece de lo más normal. Pero van más a fondo de lo que percibimos. En el juicio de Mendoza, por ejemplo, el testigo Roberto Reyes, un ex sargento del Ejército, aseguró que en los años ’60 alrededor de 200 oficiales argentinos recibieron entrenamiento para torturar y reprimir, por parte de oficiales norteamericanos que habían estado en Vietnam. Es un documento inédito, porque se trata del testimonio de un militar que participó en esos cursos. Tantas veces se denunció esta intervención nefasta, que ya formaba parte de los mitos de aquella época, y recién ahora en los juicios es confirmada por uno de los participantes.

En Córdoba, en tanto, Julio Eduardo Fonseca, que fue enfermero en la Unidad Penitenciaria Nº 1, de esa provincia, donde torturaron y asesinaron a presos indefensos, dijo que vio allí al general Luciano Benjamín Menéndez acompañado por el entonces arzobispo de Córdoba Raúl Primatesta. Siempre se habló de la complicidad de parte de la cúpula de la Iglesia Católica que siempre ha puesto obstáculos a que sean juzgados y castigados los criminales de la dictadura. El diario La Voz del Interior tituló así esa información: “Menéndez y Primatesta, salpicados por un testigo”. Los testimonios sobre los asesinatos y torturas a los presos fueron escalofriantes. Y allí iban de visita, juntos, como amigos, los dos hombres más poderosos de Córdoba. Y a La Voz del Interior no le gusta que lo recuerden y revelen.

En Córdoba hubo otro testimonio sorprendente, el del ex policía Luis Urquiza, que fue apresado y torturado en esa época por uno de los acusados, el ex comisario Carlos Yanicelli. Urquiza dijo que Yanicelli seguía ocupando un alto puesto en la policía provincial durante el gobierno de Eduardo Angeloz en Córdoba, en 1995, cuando Ramón Mestre era intendente y el actual jefe de bloque del radicalismo, Oscar Aguad, era secretario de Gobierno. Urquiza contó que fue a verlo a Aguad para denunciar a Yanicelli y que Aguad le respondió que “no podía garantizar su seguridad si seguía con las denuncias contra el personal policial”. Aguad negó los dichos de Urquiza. Lo cierto es que a Aguad le dicen “el milico” y hay fotos suyas junto a Menéndez de cuando en la provincia se invitaba al represor a los actos oficiales.

Los casi mitos argentinos tuvieron mucho protagonismo esta semana. Alguien dirá que no existen, pero que los hay, los hay.


Nota Original: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-150478-2010-07-31.html

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