OPINION


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El 24 de octubre de 2003, los trabajadores del Conicet nucleados en ATE denunciamos públicamente la complicidad del investigador científico Hugo Levato con el genocidio perpetrado por la dictadura militar. Las pruebas eran contundentes.

Hugo Levato, de puño y letra, había sostenido una inequívoca defensa del accionar dictatorial en una carta dirigida a la prestigiosa revista Nature, publicada por ésta el 19 de agosto de 1976. Levato les respondía así a 70 destacados científicos italianos que clamaban por la suerte corrida por 550 colegas argentinos.

En su descargo, el 28 de octubre de 2003, Levato declaró al diario El Zonda, de San Juan, que “la nota en cuestión se publicó en 1976, en inglés (en la revista Nature), y en ese período estuve fuera del país”. Más adelante dijo que “respondí con la información que contábamos en ese momento, que era la del New York Times”. La respuesta de los trabajadores científicos nucleados en ATE no se hizo esperar.

El 31 de octubre de 2003 le escribimos: “Que el Dr. Levato haya creído que la denuncia de los científicos italianos merecía menos crédito que el New York Times era (es) un problema de él; pero que, aún hoy, nos quiera convencer –subliminalmente, por cierto– de que la única información ‘con que contábamos’ era la de aquel diario, eso no admite el mínimo criterio de verdad científica”. Le hubiera bastado pedir un ejemplar del Buenos Aires Herald, para verificar que otras campanas doblaban por estas tierras. Esto para seguir con el tema del idioma porque, al fin y al cabo, uno puede leer y escribir en inglés, pero no puede pretender que lo que dijo no lo dijo. Y el Dr. Levato dijo que “entre los 550 científicos que perdieron sus empleos (...) debería haber unas pocas víctimas inocentes”. Amén de considerar que “no es cierto que la gente de izquierda esté siendo perseguida en Argentina. Están siendo perseguidos los terroristas y las personas culpables, prescindiendo de sus preferencias políticas”.

Hoy, como ayer –porque aún el científico Hugo Levato no se retractó de sus dichos ni de sus convicciones– vale reiterar lo siguiente: “Si de algo sirven (las precisiones) es para recordar que, en el mismo mes que él escribía su carta a Nature, con mayor precisión el 11 de agosto de 1976, el ingeniero agrónomo Gustavo Giombini era arrancado de su casa por fuerzas militares y nunca más volvería a ella ni al INTA, donde trabajaba; que el 7 de octubre del mismo año secuestraban a Dante Guede, técnico del Conicet que se desempeñaba en el Observatorio Astronómico de Villa Elisa; y el recordatorio se podría extender –cuando ya el Dr. Levato había regresado al país– con Federico Alvarez Rojas y Daniel Bendersky (ambos de CNEA), con Alfredo Giorgi (del INTI) y muchos otros más que engrosaron las listas de desaparecidos. Aceptar que hubo víctimas inocentes implica convalidar que hubo víctimas culpables cuando, en realidad, sólo hubo víctimas del terrorismo de Estado”.


Nota Original: http://www.pagina12.com.ar/diario/ciencia/19-143000-2010-03-31.html

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