OPINION
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En los años de la “plata dulce”, cuando la dictadura militar propiciaba el monetarismo financiero ideado en la Escuela de Chicago, en la Argentina muchas familias dejaron sus campos o sus industrias para montar entidades financieras que seguro redituarían mayores beneficios.
La “tablita” de José Alfredo Martínez de Hoz, comparable con la convertibilidad de Domingo Cavallo, instó al ahorro en dólares y los bancos competían con elevadas tasas de interés, ofreciendo el oro y el moro a los pequeños y medianos ahorristas. Pero el dinero en las manos de los banqueros no se reproducía y un día comenzaron a estallar los escándalos. Hubo un caso que cobró notoriedad: los hermanos Diego y Guido Guelar, oriundos y antiguos propietarios de campos en Entre Ríos.
El Banco del Oeste, estratégicamente ubicado en el centro de la city porteña, en un edificio moderno, ofrecía las más altas tasas de interés del mercado financiero y los empleados eran adiestrados para engañar a la gente mediante un anzuelo cargado de promesas y mentiras.
Muchos ahorristas dejaron sus dólares a cambio de un papel sin membrete, porque se les decía que esa tasa de interés sólo se pagaba en operaciones en negro. Mientras tanto, Guido Guelar ocupaba el sillón presidencial y su hermano Diego oficiaba de asesor jurídico, acompañado en las reuniones de directorio por Fernando de la Rúa, que en ese entonces tenía un estudio jurídico especializado en asesoramiento a entidades financieras.
En las elecciones nacionales de 1983, Diego Guelar llegó a una banca de diputado nacional por el Partido Justicialista, logrando así la inmunidad parlamentaria hasta 1987.
En 1986, cuando la presidencia de Raúl Alfonsín intentaba frenar la “bicicleta financiera”, un cimbronazo hizo temblar el establishment de la city y Guido Guelar se hizo ir a buscar con una ambulancia que lo trasladó desde su despacho hasta el aeropuerto de Ezeiza. Al otro día informaron al personal que el presidente del Banco del Oeste se encontraba en Estados Unidos para un tratamiento cardíaco.
Diego Guelar guardó silencio sobre el paradero de su hermano, no apareció más por el edificio del banco. Tampoco en las oficinas del estudio jurídico que poseían a pocas cuadras. De vez en cuando se lo veía en el Congreso de la Nación.
Los empleados, entre los que se contaba esta cronista, llamaron al gremio para que los defienda en el estado de abandono en el que se encontraban, marcharon por las calles reclamando justicia mientras los ahorristas los insultaban, culpándolos por la estafa.
El Banco Central asumió la responsabilidad de devolver los depósitos legalmente registrados, luego procedió a la liquidación de la institución y cuando promediaba 1988 terminó indemnizando a los empleados. El Estado argentino asumió los costos y los dueños del Banco del Oeste se llevaron 100 millones de dólares, según los cálculos informados en aquel momento.
Poco tiempo después, el gobierno de Alfonsín caía en medio de una corrida inflacionaria que terminó con la asunción anticipada de Carlos Menem, quien convocó a Diego Guelar para ocupar sucesivamente los cargos de embajador en Brasil, luego en Estados Unidos y, por último, ante la Unión Europea.
En su vida amorosa Diego Guelar frecuentó el ambiente de la farándula. Contrajo matrimonio en segundas nupcias con la ex modelo Diana Custodio y tuvo un promocionado romance con Lucía “Pimpinela” Galán.
De aquellos 100 millones de dólares pertenecientes a pequeños y medianos ahorristas que confiaron en el Banco del Oeste no se supo más nada. De Guido Guelar se dijo que vivía en Estados Unidos, aunque hubo quienes lo vieron caminando por la calle Florida, y su hermano Diego volvió a la escena política de la mano de Mauricio Macri en el rol de asesor ad honorem. Luego pasó a ocupar la Secretaría de Asuntos Internacionales del PRO.
El jefe de Gobierno de la ciudad convalidó, mediante el decreto 953, el viaje a Italia que realizó Guelar en julio de 2008 para participar en Florencia de una reflexión llevada a cabo por los senadores de la República de Italia sobre políticas municipales y descentralización. El gobierno porteño se hizo cargo de todos los gastos.
* Periodista.
Nota Original: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-137867-2009-12-31.html
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