UNA TENDENCIA QUE CRECE EN LOS ULTIMOS TIEMPOS
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En 1909 Coco Chanel comenzó a liberar las cabezas. Empezó a fabricar sombreros con una premisa fundamental: independizar a las mujeres del peso que implicaba llevar en la cabeza sombreros cargados de plumas, tules y demás adornos inútiles. En París, le empezaron a decir “la muchacha de los vestidos elegantes y los asombrosos sombreros” y pronto sus sombreros de corte sencillo y elegante modernizaron el vestir. A lo largo de los años, la moda de usar sombreros sufrió distintos vaivenes. Cien años más tarde, Atlántico de por medio, los sombreros y gorros volvieron a imponerse en Buenos Aires. Los hay de lana, de fieltro, multicolores o clásicos negros. Los gorros y sombreros pasaron a ser un accesorio que se impone en el vestir.
Cuando el frío polar se instaló en Buenos Aires, los sombreros, gorros y capuchas se hicieron dueños de las calles. Una señora entrada en años espera el 110 luciendo un modelo la cloche color naranja de la histórica marca Lagomarsino, creada en el país a fines de 1800. En el local de El Sombrerero, en Palermo, mientras sus pelos se hamacan al ritmo de un viento polar, una rubia treintañera se prueba uno y otro modelito de lluvia. Busca uno en beige, que no consigue y sigue buscando. Otra mujer, 45 años bien llevados, se calza un par de modelos polo, pero decide que no son para ella. “Me parece que algunos quedan ridículos para mi edad, me gustan para ella”, dice, señalando a su hija adolescente que se anima con las boinas.
Esteban Lucchetti, el sombrerero en persona, llega, pelos al viento, para dar su visión: “Las mujeres muchas veces no se animan porque cuando se sacan el sombrero el pelo les queda desarreglado. Si bien los hombres se sacan el sombrero al entrar en un lugar, las mujeres pueden no hacerlo”.
“Si me pongo sombrero, lo uso todo el día”, apunta Lara Grinberg, creadora de Compañía de Sombreros, chambergo negro reducido y modernizado en su cabeza rubia. Esta analista de sistemas y diseñadora industrial se lanzó en 2003 a la aventura de crear sombreros porque vio que venía la moda desde Europa y en la Argentina no había mucha producción. Empezó fabricando con los retazos de tela que le sobraban a su papá en una fábrica de indumentaria masculina y con una inversión de mil pesos. Pasó por ferias, fue a locales a ofrecerlos y empezó diseñando para marcas como María Cher, Newman o Tascani. Desde que comenzó, dice, la tendencia a cubrirse la cabeza del frío o el hiriente sol del verano es cada vez mayor. Actualmente, vende unos 4500 modelos por temporada y “no creo que se vaya a ir porque más que una moda, ya está instalado en el mercado”, dice en su showroom de la calle Ramírez de Velazco.
Lucchetti, que hace sombreros desde hace 15 años, coincide. “Cuando empecé en la feria de Recoleta era difícil hacerles probar un sombrero a las personas porque les daba vergüenza, sentían que era ridículo, no había hábito del uso del sombrero, salvo en la gente mayor. En los últimos cuatro años hay un giro con las marcas incorporándolo como un accesorio importante.”
En las calles de Palermo se los puede ver, protagonistas absolutos en locales como La Mercería, donde la vidriera exhibe una maniquí con el típico gorro ruso y otra con una especie de capelina invernal, de felpa beige con manchas marrones. Junto a ellas, un perchero luce un sombrero de tela escocesa roja y otro a rayas en la gama de los grises y violetas. También en locales como Desiderata, donde se los encuentra perdidos entre la ropa.
En Almacén de Belleza son protagonistas importantes. Se vende todo tipo de sombreros y casquetes en distintos materiales; contemporáneos, piezas vintage (que llaman “encontrados”) y diseños de autor con inspiración de otras décadas. “En este invierno, los que más se han vendido son los sombreros de fieltro y otros de paño, de estilo más masculino. Algunas clientas coleccionan ‘encontrados’ y prefieren comprar algún casquete antiguo”, dice Fairy Lee Adams, vendedora y vocera de la marca.
“Nuestras clientas de sombreros son de edades variadas, pero entran en el rango de 25-55 años; se dividen en mujeres que acostumbran completar su outfit con un sombrero o clientas nuestras que recién ahora se animan a usar sombreros. No todas se animan pero en el Almacén las asesoramos y las dejamos jugar y probarse hasta encontrar su propio estilo. Muchas de ellas vuelven por otro sombrero”, agrega. Las mujeres de 30 para arriba, apunta Lucchetti, buscan modelos clásicos como la boina de fieltro o inglesa, el sombrero de chambergo en fieltro o telas de sastrería y el de lluvia, tanto la cloche (tipo campana) como el dandy (recordemos a Harrison Ford en Indiana Jones). Y las más chicas buscan diseño. Los hombres prefieren el sombrero tipo panamá en verano y los chambergos, boinas y tipo comandante como los de Fidel Castro. Los precios van desde 70 a 180 pesos y los de Lagomarsino, que también comercializa El Sombrerero, rondan los 250.
Grinberg cree que todavía hay gente que compra sombreros y no los usa. O los lleva muy pocas veces. “Yo no veo tantos en la calle”, dice. “Nos encantaría ver a todas las mujeres con sombreros, ésa es la propuesta del Almacén: pero por ahora el sombrero sigue siendo un accesorio opcional”, apunta.
Nota Original: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-129242-2009-08-02.html
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