MILAGRO SALA, CONDUCTORA DE LA ORGANIZACION TUPAC AMARU EN JUJUY
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–¿Cuál es el balance que hacen de 2008?
–Muy positivo. Publicamos un anuario con todas las cosas que hicimos. Inauguramos la Sede Central, que tiene consultorios de todo tipo y hasta un tomógrafo, porque para nosotros la salud es primordial; la sede, además, tiene un polideportivo, pileta y un museo. Hicimos la Red de Organizaciones Sociales de Jujuy y armamos la Constituyente Social, a la que vinieron dirigentes de todo el país, de Latinoamérica y del mundo. Y también inauguramos la Cooperativa Textil, donde trabajan 400 compañeras. Las fábricas que tenemos son un orgullo; no son recuperadas, fueron construidas con muchísimo esfuerzo y ganas, pensando en el futuro. En la organización decimos que hay que ser conducción pero en serio, tratando de beneficiar a los compañeros que lo necesitan. Porque es fácil ser conducción cuando te dan todo de arriba: lo hemos visto en varios casos. Hay sectores políticos que se quejan porque nos dan plata, pero te ponés a ver y a muchos sectores les han dado, y quizá más que a nosotros.
–La Túpac Amaru recibe fondos de la Nación.
–Para construir viviendas y hacer obras, exacto. Con la plata que queda hacemos asambleas con los cooperativistas y resolvemos qué se hace. Hay algo que se reparte con todos los compañeros como sueldos y aguinaldos, para que estén en blanco. Y después vamos construyendo lo que sería nuestro futuro. ¿Cuál es? Estas fábricas. Decimos que tenemos una visión de futuro porque no es que hoy nos conformamos con un programa para construir viviendas y chau, nos olvidamos. La idea es asegurar el futuro de cada compañero y los que vienen en camino, porque Jujuy no es como Europa, donde por ahí se tienen los hijos a los 30 años: acá un compañero de 14, 16 años, está teniendo su primer hijo. Mirá vos la diferencia, ¿no? Capaz que a los 20 ya tienen dos, y necesitan su vivienda y comenzar a pensar su futuro. A eso lo tenemos muy en cuenta. Le criticamos cosas al Estado, igual.
–¿Qué, por ejemplo?
–A ver, por ahí uno se queja del Estado porque no da salud, educación, esto y lo otro. Entonces de ahí te comenzás a preguntar: “Y yo, ¿qué hago para mejorarlo?” En la organización decimos que no creamos un pelotón de de-socupados, sino que formamos conciencia. Y les hacemos sentir a los compañeros que también tienen obligaciones. Que no es cuestión de pedir y pedir y pedir. La salud no funciona bien: y bueno, veamos qué nosotros hacemos para que los compañeros puedan atenderse. Porque por ahí para hacerse un estudio radiológico en el hospital hay que esperar cuatro o cinco meses. O no se lo pueden hacer, por no tener plata. Nación no nos dio plata para el tomógrafo, lo compramos con esfuerzo propio. En Jujuy lamentablemente hay dos, nada más. Y cada estudio te salía 500 o 600 pesos. ¿De dónde iban a sacarlos, los compañeros?
–¿Cuántos afiliados tiene Túpac Amaru, y cuántas personas trabajando? ¿Qué sueldos tienen?
–Según el trabajo de cada uno, de 800 para arriba. Hay compañeros que llegan como a 2000. Tenemos 70.000 afiliados y alrededor de 4500 trabajando. No nos conformamos sólo con vivienda: por ahí vamos a Buenos Aires a hacer otra clase de trabajos, cunetas, veredas, escuelas.
–¿Qué fabrican en la textil, cómo les está yendo?
–Bien. Tenemos un convenio con Nación: hacemos 30.000 guardapolvos por mes; nos los dan cortados y acá los armamos. Pero en realidad fabricamos toda clase de ropa. Y tenemos algunos convenios en Salta, en Tucumán. En las distintas fábricas que tenemos en Jujuy nos piden ropa de trabajo. Nos damos un año para poder entrar en el mercado comercial. Lo mismo nos está pasando con la fábrica de bloques y adoquines, y con la metalúrgica.
–¿Qué produce la metalúrgica?
–Puertas, ventanas, caños. El año pasado salíamos a comprar eso, para las viviendas: éste ya no, los hacemos nosotros mismos. Y también los usan compañeros de otras organizaciones sociales. Hay intercambios: Argentina Grande (una ONG) por ahí nos compra bloques y nos vende bachas y mesadas, que fabrican ellos. Así hemos formado una red de ocho organizaciones. Cuando necesitamos, salimos juntos a pelear obras. Normalmente, cuando se hace una marcha, somos 20.000 compañeros. Para la ciudad es grande. Cuando se hace una convocatoria provincial es cuatro veces más grande. No peleamos solo para la Túpac, peleamos para el que menos tiene. Y no es que estemos construyendo viviendas porque queremos candidatearnos este año, no. Las organizaciones sociales no vamos a candidatearnos a nada, no nos interesan las elecciones, nada.
–¿Y para dentro de unos años no se lo plantea?
–No, porque a mí me dan asco algunos sectores políticos. Cuando se inauguró la Sede Central decían que lo hacíamos porque íbamos a ser candidatos. Y cuando inauguramos la textil, también. Y yo, la verdad, ya no quiero arriesgar más compañeros.
–¿A qué se refiere?
–Que nos mataron tres compañeros a nosotros. El primero que me mataron fue hace cuatro años, Chirolita (Esteban Armella), lo mató la policía. Un año y medio atrás nos mataron dos compañeros más, fabricando un accidente. Yo también he sufrido amenazas. Tenemos claro que son los sectores políticos que no nos quieren, que están acostumbrados a comerse la plata que reciben de Nación y no a mostrar lo que se hace con la plata, como hacemos nosotros. Ahí está el anuario: son cosas reales. Los sectores que más nos critican son los que están haciendo más usufructo en la provincia.
–Su figura parece despertar reacciones muy distintas: algunos sectores la aman y otros le tienen mucha tirria.
–Más vale que no puedo pretender que todo el mundo me quiera, ¿no? Hay sectores que no me quieren, casualmente, porque les molesta que alguien haga algo. Creen que por haber dado tres pensiones ya han hecho la revolución en Jujuy. Y ni siquiera es plata de ellos, sino que van a gestionar allá, a Buenos Aires. Un ejemplo claro: en los primeros días de diciembre entregamos 300 pensiones. Ahora, no salimos por los medios a decirlo. Qué hicimos: capacitamos a los compañeros, trabajamos con ellos y les dijimos “el Plan Trabajar no sirve, el bolsón de mercadería no sirve”. La mamá de siete hijos, la compañera discapacitada, el compañero de 70 años, tienen que tener sus pensiones. Es un derecho adquirido. Hay algunos que usan esto para hacer política. Para nosotros es algo que está ahí, en la mesa, y lo que hay que hacer es tomar y entregar, nada más. Y no pedir nada a cambio. Eso molesta. Molesta cuando entregás una casa y no pedís nada, porque están acostumbrados a pedir 5 o 10.000 pesos por una vivienda. O cuando llegan las elecciones y les dicen “che, no te olvides que te he dado una vivienda”, o una pensión. Como jujeña me da vergüenza.
–Pero usted no está en contra de hacer política. Y tampoco de que haya una gestión de Estado.
–Se hace política con todo, con los sindicatos, con los medios. Pero le tengo rechazo a la politiquería barata. A los que hablan mal para desprestigiar y levantar votos. En Jujuy hay muchos sectores que están en eso. Y no pueden mostrar nada. Guillermo Jenefes, el senador nacional, nos critica a nosotros porque Nación nos manda plata. Es dueño de Canal 7, acá, y tiene radios, y a la vez es presidente de la Comisión de Comunicación del Senado: es ilegal. Y aprieta y aprieta para que le paguen lo que sería propaganda oficial. Y no sólo eso: a pesar de las leyes nacionales y provinciales, él desmontó completa la finca Real de los Toros, en Palmasola, más de mil hectáreas de bosques nativos. Nosotros hicimos la denuncia en la legislatura, pero no nos dan bolilla. Es el único tipo que consiguió una autorización de desmonte. Y después dice que nosotros apretamos porque salimos a la calle a pedir más trabajo. Entonces decís: “Pará. ¿Quién aprieta?” Así, como él, hay muchos. Quieren hacer creer que somos los malos y que ellos son los buenitos. Dicen que nos creemos los dueños; o nos critican porque tenemos una camioneta. ¿Por qué no sacan ellos las camionetas de fin de semana acá? ¿Sabe cuál es la diferencia? Nosotros no andamos escondiendo nada. ¿El tipo más corrupto viene a quererte laburar de víctima? Las víctimas acá son los que necesitan comer, un buen hospital y una buena escuela. Los compañeros míos tienen que dejar de comer en los comedores y volver a comer en sus casas.
–¿Siente que le tienen miedo desde la dirigencia política?
–Mirá, si pasa eso con personajes como Jenefes y otros, ¡que me tengan, qué sé yo! Ellos buscan generarle miedo a la sociedad para que digan “estos son mis salvadores”. Pero ya no les dice que tienen razón. Muy pocos les creen. Ahora dicen: “No, la Negra Milagro será lo que será, pero ahí está, ahí está todo”. Nosotros ponemos todo arriba de la mesa. Rendir cuentas es pedir disculpas por las veces que hemos cortado las calles. Pero a la lucha en la calle no la vamos a dejar nunca. Porque lo que tenemos es gracias a eso. Hace un rato te dije que a un compañero lo mataron, que a mí me querían matar: son los riesgos que uno corre. Pero esas cosas nos dan más fuerza para seguir adelante. Con lo que construimos les rendimos honores a los compañeros que no están. La escuela, el colegio secundario, el centro de salud, los polideportivos, las casas. Que cualquier chango de cualquier asentamiento, de cualquier villa, pueda acceder.
–¿Qué planes tienen para este año?
–Tenemos planificados la universidad y construir el secundario en el barrio nuestro, Alto Comedero, donde hoy ya están viviendo cerca de 1400 familias. Hoy estamos teniendo entregadas 2300 viviendas en toda la provincia. A los compañeros que realmente necesitan, ¿no? Entregamos viviendas por intermedio de asambleas de cooperativistas. Hay 900 delegados en la provincia.
–¿Por qué la organización se llama Túpac Amaru?
–Porque es el que representa a nuestros antepasados.
–En la simbología de la organización también aparecen las caras de Evita y del Che Guevara.
–Es que también ellos nos representan.
–Sin soslayar la importancia de la organización, su perfil de liderazgo parece ser central en el crecimiento y la fuerza de la Túpac Amaru.
–Puede ser, pero no me gusta plantearlo así. Porque todos nos hemos sacrificado, todos hemos llorado. La organización son los compañeros que dieron la vida, los que están en la obra trabajando, los médicos que hacen trabajo comunitario en los barrios. Hace un rato estaba una compañera enfermera con una lija, en la sede: acá, el que tiene título tiene que bajar al llano y cuidar su espacio. Y lo hace porque lo siente. La mayoría hace un trabajo comunitario en los barrios. Eso significa mucho para nosotros: no olvidarse de dónde uno viene, no olvidarse que hay muchos que lo necesitan y no olvidarse que nos falta bastante. Al ingeniero y al chango de la juventud los ponemos en la misma línea, no hay diferencia. Porque los dos tienen cosas para aprender del otro.
–¿Cómo ve la situación en Bolivia?
–La verdad es que es sorprendente el Evo. El representa Latinoamérica indígena. Es nuestra figura ejemplar. Está cumpliendo con lo que había prometido y más. Está ayudando a muchísimos hermanos aborígenes que hasta hace poco no tenían nada y hoy, mínimamente, tienen un subsidio y están empezando a trabajar. Antes de que asuma había mucha mamá, mucha gente que no sabía leer ni escribir. Y hoy es impresionante cómo está trabajando, cómo está impulsando a los jóvenes para que estudien, para que entren en la universidad, para que levanten Bolivia. Se está moviendo, Bolivia. Antes había un sector muy reducido que decidía todo: hoy el Evo está haciendo participar a todos los sectores. Es revolucionario. No hace falta levantar un arma para hacer la revolución. Y el Evo hizo eso. Un cambio social muy fuerte está haciendo. Ellos nos ayudan a nosotros a seguir construyendo un nuevo país, un nuevo Jujuy. Lo consideramos nuestro referente territorial.
–Hay respecto de Bolivia un racismo que es muy evidente en las hinchadas de fútbol, por ejemplo. Incluso el mismo presidente de Gimnasia y Esgrima de Jujuy dijo, hace poco, que un árbitro los discriminaba porque creía que los jujeños eran bolivianos.
–Yo soy fanática de Gimnasia. Y mirá que lo defiendo a Ulloa: de por vida, de por vida nos han discriminado. En fútbol nos robaron diez mil partidos. Siempre se privilegia a los equipos grandes. En Buenos Aires pueden tirar bengalas, entrar con los trapos, pero acá requisan todo. Te buscan para joderte, para que Gimnasia descienda. En cuanto al racismo, que te digan que los jujeños somos coyas está bien: somos coyas con mucho orgullo. Yo me siento identificada, y donde voy digo “soy coya”. Qué sé yo, 20 años atrás, alguno agachaba la cabeza. Hoy son muchos los que no. Porque nosotros decimos que el monstruo que algunos europeos pensaban que habían matado, porque nos trataban de monstruos, hoy se está levantando de nuevo. Nuestra cultura se está levantando. Fijate, ahora, para algunos gringos, nuestra cultura es plata, turismo. Ellos lo ven así, nosotros no. En Jujuy los gringos compran la tierra, vienen con la escritura y desconocen qué han comprado. Y no solo eso, son negocios que se hacen desde el Estado. Se los venden por dos mangos, pero si el jujeño quiere comprar se lo venden cinco veces más caro.
–Fuera del país, suele asociarse al argentino con el porteño o el bonaerense. ¿Se siente argentina, parte de un grupo que es más grande o diverso? ¿Ser coya es ser argentino, también?
–Qué pregunta esa, has metido la mano en un lugar clave. Antes de ser argentina, soy americana. A las banderas las han traído los españoles, los italianos, así como trajeron la cruz. Antes teníamos las whipalas, nuestros sembradío, nuestra propia cultura. La historia que cuentan los libros no es mi historia. La nuestra es de antes de Belgrano y San Martín. ¿Por qué no cuentan cómo nuestros antepasados defendían nuestros apus, cerros, huertas? La historia desde Colón significó esclavitud. Yo me siento de América: antes no había Bolivia, Brasil, Argentina. La división de países la hicieron ellos. Y la levanto a la bandera argentina por una cuestión de... no sé, a lo mejor de patriotismo. Si ya no-sotros somos más América y Argentina que los mismos porteños, que por ahí no tienen una cultura propia con la que identificarse.
–Justo le iba a preguntar por la mezcla. Porque, de hecho, estamos hablando en castellano. Y más allá del avasallamiento histórico, lo cultural incluye cosas terribles y otras también valiosas, que ya formarán parte de su misma identidad.
–No, yo no las quiero las cosas de ellos. La otra vez un antropólogo italiano me decía que nos tenemos que reconciliar. Y yo le decía: “Yo no me tengo que reconciliar con vos. Son ustedes los que nos tienen que devolver todas las cosas que se robaron de nosotros”. De nuestros abuelos. Nos tienen que devolver toda la arqueología que se han llevado para Europa. El día que nos empiecen a devolver, hablemos de reconciliación. Antes no. Yo no fui a invadir Italia o España, a profanarles una tumba para ponerla acá, en una vidriera. Y tampoco maté gente. No maté hermanos de ellos. Ellos sí hicieron eso con nosotros. Y no mataron a uno: a nombre de la liberación, de la cruz, de la reina y de no sé qué carajo más, mataron a muchos. Nos robaron lo más valioso, nos quisieron robar hasta la identidad. Se llevaron todo. Porque los materiales los podés recuperar, pero la identidad, no.
Nota Original: http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-120396-2009-02-23.html
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